viernes, 15 de junio de 2007
Reeducación para el desorden y la desobediencia
"(...) Naturalmente, ella combate contra esa determinación: el pudor y la vergüenza- que su clase social vive en ella- están a punto de readquirir el dominio; entonces debe luchar contra ese pudor y esa vergüenza. Y una vez más, para vencer los obstáculos de su educación y su mundo, debe actuar antes de comprender.
(...) De repente aprieta con el puño el vestido y lo arroja más allá del parapeto, hacia el estanque, hacia el bosquecillo. Y lo mira allí, en el fondo, entre hierbas y zarzas, irrecuperable: su presencia en ese sitio es hondamente significativa, su pérdida y su inercia tienen la violencia expresiva de los objetos en los sueños.
Ahora ella está desnuda: se ha obligado a estarlo.
(...) El placer de haberse hecho violar por esa mirada, de haberse perdido y degradado voluntariamente, coincide con una vergüenza que puede ser casual y legítima: la de haber sido sorprendida mientras tomaba su baño de sol en la terraza. Representa ese papel esmerada y seria como una niña: pero lo representa mal, conscientemente. En verdad, ha comprendido que si demuestra una vergüenza excesiva, verdadera, de inocente tomada de sorpresa, el Huésped podría apartar de ella su mirada, divinamente degradante, y hasta marcharse pidiendo disculpas. A la vergüenza real que siente- y que la sofoca- y a la falsa que representa, debe añadir, pues, como puede, una coquetería que pronto adquiere la lacrimosa torpeza y el turbio impudor de una invitación: una sonrisa ridículamente infernal en los ojos extraviados, que pronto olvidan toda ficción y se fijan desesperados en el joven."
(...) De repente aprieta con el puño el vestido y lo arroja más allá del parapeto, hacia el estanque, hacia el bosquecillo. Y lo mira allí, en el fondo, entre hierbas y zarzas, irrecuperable: su presencia en ese sitio es hondamente significativa, su pérdida y su inercia tienen la violencia expresiva de los objetos en los sueños.
Ahora ella está desnuda: se ha obligado a estarlo.
(...) El placer de haberse hecho violar por esa mirada, de haberse perdido y degradado voluntariamente, coincide con una vergüenza que puede ser casual y legítima: la de haber sido sorprendida mientras tomaba su baño de sol en la terraza. Representa ese papel esmerada y seria como una niña: pero lo representa mal, conscientemente. En verdad, ha comprendido que si demuestra una vergüenza excesiva, verdadera, de inocente tomada de sorpresa, el Huésped podría apartar de ella su mirada, divinamente degradante, y hasta marcharse pidiendo disculpas. A la vergüenza real que siente- y que la sofoca- y a la falsa que representa, debe añadir, pues, como puede, una coquetería que pronto adquiere la lacrimosa torpeza y el turbio impudor de una invitación: una sonrisa ridículamente infernal en los ojos extraviados, que pronto olvidan toda ficción y se fijan desesperados en el joven."
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